Opinión:
Esta etapa representa un inmenso reto, quizá el más grande en la historia de los salvadoreños.
Una mujer tomó mi mano y la apretó fuerte. Sin decir una sola palabra, su expresión lo decía todo: agradecimiento y bendición. Un hombre tomó la canasta solidaria y enseguida abrazó a su esposa e hijos dentro de su humilde vivienda. Varios grupos de jóvenes, organizados en comités de vecinos, se unieron a nuestro equipo para levantar algunos de los desastres causados por las lluvias. Algunas empresas donaron alimentos, colchonetas, medicinas, etcétera.
Cientos de personas donaron ropa y víveres y se unieron para prepararlos y llevarlos a quienes necesitan esa ayuda. La dura crisis que enfrenta el país por la pandemia del covid-19 y por las consecuencias de cada tormenta nos tiene como salvadoreños muy complicados, agobiados, pero al mismo tiempo estamos demostrando que momentos como estos son los que nos empujan a ser mejores.
En dos años de gestión, nuestra dinámica nunca ha sido trabajar desde un escritorio. A los capitalinos les consta que desde antes de tomar posesión hemos estado en las calles conociendo y enfrentando las necesidades «cara a cara», y una vez electo, hemos redoblado ese esfuerzo, ya que el inmenso compromiso de estar en la alcaldía de la ciudad principal del país así lo demanda. Y con esta crisis a cuestas, el esfuerzo de apoyar a nuestra gente de las comunidades, barrios, colonias, de todas las zonas, implicaba multiplicar y ocupar todo el recurso humano y material de la municipalidad.
Cientos de hombres y mujeres valientes y solidarios nos acompañan para enfrentar el hambre, enfrentar la marginación provocada, en parte, por la ignorancia de algunos malos políticos, para resolver el problema que la insensibilidad genera, para llevarles un poco de alivio a sus hogares con alimentos y medicinas, para decirle a los ciudadanos que deben tener esperanza, que debemos unirnos, que debemos ser fuertes, pacientes y al mismo tiempo cuidarnos mucho entre todos.
A este momento, el covid-19 ha llenado de lágrimas muchas familias, en los hospitales no dan abasto los equipos de médicos y enfermeras, en los cementerios municipales son duras las escenas de entierros solitarios sin que nadie llore a su difunto. Los policías, soldados, agentes del CAM que han estado en las calles apoyando las medidas de contingencia han llegado al cansancio extremo luego de muchas jornadas, También debemos señalar que muchos pacientes se han recuperado, y las medidas de prevención han salvado miles de vidas. Ahora, llega otro momento crucial, tras una cuarentena de tres meses, los salvadoreños deben enfrentar lo que en muchos países llaman la «nueva normalidad» para ir recuperando la dinámica económica y familiar de la nación entera.
Esta «nueva normalidad» es una etapa de muchísima tensión, pues llega el momento en que la distancia física reta a la dinámica social, en que la necesidad de obtener ingresos enfrenta el riesgo de contagiarse y contagiar a otros y enfrentar esa dura enfermedad, u otras enfermedades; llega ese momento en que si no tomamos con conciencia y con inmensa responsabilidad la vuelta del comercio, de las empresas, de la actividad de vendedores, del transporte público, de restaurantes, centros comerciales, podemos hacer estallar una zona de la crisis mucho más agresiva y peligrosa de lo que hemos visto hasta ahora. Los funcionarios y empresarios que han estado presionando por la apertura espero verlos en «primera fila» junto a la gente, junto a los trabajadores, junto a los que hemos estado allí sin abandonar la tarea dando todo el apoyo a la ciudadanía. Esta etapa representa un inmenso reto, quizá el más grande en la historia de los salvadoreños.
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