Por eso cuando se contagió del nuevo coronavirus estaba preparado para una o dos semanas duras, mientras su sistema inmunológico combatía al SARS-CoV-2. Siete semanas más tarde, cuando escribió una columna en The British Journal of Medicine seguía sorprendido por lo que la enfermedad le había hecho a su cuerpo, y le seguía haciendo, aunque nunca desarrolló síntomas graves, ni requirió hospitalización o asistencia respiratoria.
Hacía tiempo que ya no podía transmitir el virus y no daba positivo en las pruebas, y sin embargo muchos de los malestares persistían. «Los médicos e investigadores se han centrado en la fase aguda del COVID-19, pero es necesario un seguimiento continuo, después del alta, para detectar los efectos duraderos», escribieron Angelo Carfì, Roberto Bernabei y Francesco Landi, científicos de la Fundación Policlínico Universitario Agostino Gemelli IRCCS de Roma.
Recordaron que muchos pacientes que sufren otro tipo de neumonías, sobre todo si requieren hospitalización, también padecen con frecuencia síntomas persistentes aun luego del alta. «Me sumé a una página de Facebook, Grupo de Apoyo COVID-19 , lleno de gente con historias como esta, algunas del Reino Unido, algunas de los Estados Unidos», escribió Garner en BMJ. « Y, también, la gente cuenta que sus familias no creen en sus síntomas siempre cambiantes, y que piensan que es psicológico, el estrés». Según el estudio, el 87,4% de los pacientes de COVID-19 que se habían recuperado seguían presentando al menos un síntoma persistente, en particular la fatiga y la disnea , a 60 días de la infección.
En la inmensa terra incognita que representa el nuevo coronavirus, que comenzó a infectar a los humanos a finales de 2019, se encuentran también estos miles de pacientes que sufren síntomas semanas más tarde, «un mes, si no dos o tres», según el periodista de ciencia Ed Yong, de The Atlantic, que habló con una docena de ellos. Estas víctimas de largo plazo del coronavirus podrían «albergar copias infecciosas del virus en algún órgano de reserva, que no se detecta en las pruebas que utilizan un hisopado nasal», dijo la experta.
También puede ser que tengan «fragmentos de genes virales persistentes, que sin ser infecciosos todavía podrían estar desencadenando una reacción inmunológica excesiva violenta», como si el cuerpo combatiera el fantasma del virus. Por último, mencionó, es posible que el virus haya desaparecido completamente, «pero el sistema inmunológico, luego de haber sido provocado por él, quedó atrapado en un estado de actividad excesiva persistente».
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